jueves, 17 de octubre de 2013

DESCUBRIENDO LA CIUDAD DE LOS MIL TEMPLOS

Kyoto, 17 de octubre de 2013

Cuantas menos horas pasásemos en el hotel cápsula, menos dinero nos costaría... Así que ajustamos las horas de sueño y a las 7 de la mañana estábamos ya en la calle. En la cápsula no dormimos nada mal, la verdad. Bueno, Encarna y yo, porque Mabel la pobre se desveló y no pegó ojo, pero no por la cápsula en sí.

Después de tomar un desayuno en una cafetería cercana, comenzó nuestro día de visita de Kyoto. El plan era ambicioso y no podíamos perder tiempo. Además hoy parecía que el tiempo sí iba a acompañar ya que desde por la mañana hubo sol. La primera parada fue el castillo imperial de Kyoto, situado en el centro de la ciudad. Callejeando llegamos a un gran parque donde se encontraba el Palacio.



Kyoto fue la capital de Japón hasta mediados del siglo XIX, de ahí que tenga un palacio imperial. Visitar el palacio es gratis, pero hay que pedir un permiso especial que te lo dan en una oficina cercana a él. Las visitas en inglés son a las 10 y a las 14 y hay que estar antes para conseguir este permiso. Las construcciones al estar hechas de madera se han quemado y reconstruido en muchas ocasiones, así que no son originales, pero como nos dijo la guía, el estilo sí es el original. 


Es curioso la distinta mentalidad de orientales y occidentales. Mientras nuestros Palacios están recargados com tapices, tronos dorados y ornamentos imposibles, los suyos son totalmente minimalistas, con una esterilla en el suelo y enormes biombos pintados con escenas de naturaleza y animales. Los nuestros son fortalezas y los suyos sin embargo podrían ser asaltados fácilmente. Además normalmente las salas están vacías y solo pueden verse de lejos. Aparte del palacio se visitan dos jardines típicos japoneses preciosos. La visita es recomendable y más por ser gratuita.



El parque de alrededor no deja de ser curioso. La zona de juego infantil tiene unos columpios antiguos y descuidados, pero es curioso como hay varios juguetes "públicos" tirados en el arenero que nadie roba y la gente respeta, algo impensable en España. Algo que nos llama muchísimo también la atención es la cantidad de excursiones de niños que están en los palacios y templos y simplemente por la calle. Es como si la enseñanza se realizara de pequeños muy en la calle. En el parque había un enorme grupo de niños por ejemplo cogiendo bellotas, y otro grupo de niños nos preguntó en inglés que si teníamos un minuto para conversar con ellos y hacernos unas preguntas para practicar su inglés. Una vez acabados sus deberes-cuestionario se hicieron una foto con nosotros con la cámara desechable y se fueron a por otro turista. Es muy curioso.



Del palacio nos fuimos andando hacia el castillo de Nijojo. Por el camino pasamos por el museo internacional del Manga. Aunque no somos muy aficionados, pasamos a echar un vistazo a la partir de fuera. A lo que sí nos estamos aficionando es a los 7eleven y sus snacks, hoy probamos unos Doritos Gourmet y unas patatas fritas con sabor a espárrago. También estamos aficionandonos a probar distintas bebidas de las cientos de máquinas que hay en la calle. Desde cafés que salen calientes a extrañas bebidas también calientes de sabor a naranja, pasando por Fanta de Melón.

Para visitar el castillo de Nijojo también tuvimos que pagar 600 yenes, unos 5 euros. En el interior nada especialmente destacable ni distinto a lo que ya hemos visto en otros templos. Construcciones de estilo japonés y un bonito jardín. El castillo está rodeado por un foso lleno de enormes carpas que nos recordaron muchísimo a las del lago de Jaisalmer en la India. Lo mejor fue la visita de uno de los edificios por dentro donde se podían ver enormes biombos pintados con grullas y tigres muy del estilo oriental, pero no en sí por los biombos, sino por descalzarnos y estar un rato descansando los pies de los zapatos.



Desde el castillo cogimos un autobús, nuestra siguiente parada era el Kinkaku-Ji, el famoso templo de oro. Lo más curioso para mi de ver este templo fue que ya había visitado su réplica en Sao Paulo dos meses antes, el Kinkaku Ji brasileño se suponía que era una copia exacta de este. Cuando llegamos comprobé con mis propios ojos que no es así. 

El edificio en sí será muy similar, sin embargo en japonés brilla con luz propia, el entorno es espectacular y pese a estar ya cansados de ver templos y pagodas (sí, ya tenemos lo que solemos llamar en nuestros viajes el síndrome del románico, es decir cansancio de ver ya templos y pagodas), el Kinkaku-Ji llama especialmente la atención por su belleza.



Siendo ya casi las 15 de la tarde, el día avanzaba y nuestro cansancio también. Las últimas horas de luz decidimos gastarlas en ver Arashiyama, una zona de Kyoto repleta de templos donde se encuentra el bosque de bambú, una senda que discurre entre enormes cañas de más de 20 metros de bambú. Para llegar cogimos una antigua línea de metro que pasa por unos barrios típicos japoneses, sólo faltaba la casa de Shinchan. En esta línea de metro había botones específicos para que las mujeres los pulsaran si algún hombre se intentaba sobrepasar. Este paseo entre bambú es bastante típico y había bastantes turistas y tiendas de souvenirs. 



Nosotros decidimos comprarnos 250 gramos de castañas para recupera fuerzas y pasear entre las cañas. Al parecer un tifón había tirado bastantes cañas unas semanas antes pero aún así resultaba muy relajante. Cayendo ya la noche era el momento de volver al centro a buscar alojamiento para esta noche, sino siempre nos quedarían las cápsulas, una vez conocidas al menos es una opción rápida. Dormir en el karaoke hasta que no encontremos uno un poco más grande lo hemos desechado de momento.

Antes de comenzar nuestra búsqueda decidimos sentarnos a cenar algo que apenas habíamos probado bocado en todo el día, hay que aprovechar la luz solar. Decidimos ir al McDonalds, que no sólo tenemos síndrome del románico con los templos y las pagodas, sino que también queremos algo de comida occidental. Encarna y yo no acertamos... Cogimos una hamburguesa con cierto regusto a Washabi y salsa de soja...



Aquí casi nadie te habla inglés, los dependientes tan sólo te sonríen y hacen todo lo posible para entenderte y atenderte lo mejor posible. Son encantadores. Nos hace especialmente gracia como te dan todo extendiendo los brazos y agarrándolo con dos manos mientras hacen una reverencia. Con el estómago lleno y gran cansancio decidimos ir hacia Gion, el barrio de las Geishas para buscar dónde dormir. 

Después de preguntar en un par de sitios sin suerte ya que estaba todo ocupado, preguntamos por un tercer Ryokhan a Hiroshi, un chico que pasaba por la calle y que nos ayudó hasta llamando a la posada a la que queríamos llegar y desviándose de su camino para llevarnos a la puerta. El chico fue tan amable que me dió su tarjeta y me dijo que le escribiera cuando llegará a España. ¿Habremos ligado o será un amable japonés más? 



Hasta que dimos con Hiroshi, provocamos un par de suicidios japoneses. Aquí cuando preguntas a alguien que no sabe o simplemente no te habla inglés empieza a sufrir tanto y a ponerse tan avergonzado que tenemos la teoría que después acaba suicidandose por la vergüenza pasada. Como ya hemos dicho los japoneses son encantadores y serviciales al máximo a veces hasta un punto tan extremo que te da apuro preguntarles si no saben porque ves que al no poder ayudarte lo pasan realmente mal.

En la posada nos esperaba una mujer bastante mayor en la puerta que no sólo nos apañó una habitación con sus futones en el suelo, sino que también nos ofreció un té verde y unas galletas mientras conversábamos con ella medio en japonés medio en inglés. La posada se llama Takaya-Na y es recomendable no sólo por su precio, que es bastante barata sino también por dónde está situada, en pleno barrio de Gion en unas calles tranquilas con casas bajas y farolillos con muchísimo encanto.


El dios del viaje nos premió con un buen alojamiento, pero no sólo con eso, también pudimos ver una Geisha de nuevo y esta vez sin otros turistas haciéndola fotos y cruzándose. Esta vez estaba frente a nosotros con tranquilidad y acompañada de un grupo de hombres de negocios. 

Una vez recogidas nuestras mochilas del hotel cápsula y transportadas al nuevo alojamiento, llegó el momento de descansar y coger fuerzas para el día siguiente, Hiroshima y Miyajima es nuestra próxima parada.


4 comentarios:

  1. que bonito parece la verdad y que buen tiempo os ha quedado despues del tifón!! al final vais a dejar un rastro de suicidios de japoneses a vuestro paso jajaj . Pasarlo bien besos

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  2. Me encanta la foto del barrio de Gion. ¡y vaya jardines en los que os estáis metiendo!.
    Un saludo

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  3. Hola chicos ,muy bonitos los paisajes

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  4. Hola chic@s: Parece que estáis en una ciudad fantasma, por los vídeos. Lo que más me ha gustado de momento, los jardines, son preciosos. Por cierto, parece que los Japos están un poco salidos no? Por lo del botón ese para las mujeres. Cuidado cuidado. Seguid disfrutando y comed algo más. Un beso

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